El origen de los años santos se encuentra en el año del decreto/jubileo judío (hebreo Jobel = carnero, de cuyos cuernos se hizo el instrumento que se soplaba para abrir tal año): después de siete (número sagrado) multiplicado por siete años, el quincuagésimo debería ven El año se celebrará de una manera especial, bajo el signo de la libertad y el equilibrio social (“¡Santificad este quincuagésimo año y proclamad libertad a todos los habitantes de la tierra!”; Lev 25,10).
Son muy pocas las personas que peregrinarán a Roma en las próximas semanas y meses y atravesarán alguna de las Puertas Santas (además de la de la Basílica de San Pedro, las de la Basílica de Letrán, la de Santa María la Mayor y la de San Pablo Afuera). las Murallas) serán conscientes de todo esto. Pero son –en un sentido más estricto o más amplio– los “peregrinos de la esperanza” que el Papa ha declarado como lema de este año.
Se esperan 30 millones de personas en Roma y durante el Año Santo también se celebrarán eventos especiales en diócesis de todo el mundo. En definitiva, la Iglesia está recibiendo una mayor atención, que puede utilizar para alzar su voz y llegar a personas que no forman parte del núcleo más íntimo de los católicos.
Esto es cada vez más pequeño en Europa. Independientemente de esto, también se evidencia en este viejo continente una búsqueda de orientación y orientación. Así que hay, por así decirlo, un número incontable de “peregrinos de la esperanza” anónimos: personas que no se describirían a sí mismas de esa manera, pero que serían accesibles en ese sentido.
Este Año Santo, este Año Jubilar es una oportunidad para la Iglesia. El frágil Papa frente al enorme portal también puede permanecer en debilidad como símbolo de fuerza espiritual.