Sueños. Como saben los habituales de esta columna, en este momento se habla mucho en el café sobre la televisión comercial. Todo el mundo ve la publicidad. En primer lugar, porque hoy en día las compras son el tema número uno y el diario “Zeit im Bild” con sus reportajes sobre las compras del sábado apenas se diferencia del bloque publicitario.
Para algunos, la publicidad se ha convertido en un sustituto de la Navidad. Franz, nuestro invitado habitual, cree que la Navidad básicamente sólo tiene lugar en la televisión comercial. “Sueño con ser parte de una gran familia que se reúne desde todas partes del mundo en Navidad en la espaciosa casa de mis padres. Me gustaría ser uno de esos que caminan penosamente sobre la nieve profunda recién caída con paquetes gigantes”, dice. “En realidad, hay que estar contento si no llueve y no te pasas el día 24 en el hospital porque te pilla un repartidor en su ciclomotor eléctrico”.
Miradas profundas. Su compañera de trabajo Susi, de la que una octava parte vino al café después de la oficina, opina lo mismo. Ella elogia a esos bisabuelos de los anuncios que, a los 80 años, parecen estar en plena floración, miran profundamente a sus hijas e hijos mayores y también tienen una muy buena relación con sus nietos.
“Resulta especialmente irónico que estas películas suelen anunciar proveedores de telefonía móvil”, afirma otro invitado que escuchó la conversación. “La buena noticia es: ‘Estamos uniendo a la gente’. ¡Eso es ilógico! El objetivo de los teléfonos es que no es necesario estar en la misma habitación”.
El hombre tiene razón. En realidad, la mayoría de nosotros hoy en día nos sentamos en pequeños apartamentos que apenas podemos permitirnos y encendemos como máximo una vela. El móvil entra en juego cuando llamamos a mamá en Nochebuena y le deseamos una Feliz Navidad. En este sentido.
