Surge la sospecha de que Europa es ahora sólo un extra en el escenario mundial. Europa está cojeando de una crisis económica a la siguiente. Alemania, el motor económico, está en marcha atrás, Francia tiene un agujero de mil millones de dólares en su presupuesto y Austria obviamente se ha contagiado del de ambos. La recesión se prolonga y ahora ha llegado al mercado laboral. Al mismo tiempo, existe una oportunidad en la lejana América del Sur que es demasiado buena para ignorarla: el acuerdo de libre comercio con los países del Mercosur. Pero en lugar de considerar este acuerdo como el colmo, los políticos austriacos han decidido sacrificarlo al populismo y a los intereses de los agricultores, a expensas de la prosperidad de todos los ciudadanos.
Este comportamiento podría reconocerse encogiéndose de hombros. Después de todo, los acuerdos con Estados Unidos y Canadá no fueron diferentes. El comercio sólo es bueno cuando fluye hacia el extranjero. Si de repente tenemos más competencia interna por parte de importaciones baratas, eso es algo realmente malo. No importa que los consumidores estén contentos con los precios más bajos. ¿A quién le importa en tiempos de alta inflación?
Pero podría ser una especie de última oportunidad para que Europa tenga un impacto en el mundo. Los tiempos han cambiado: ya nadie se preocupa por comerciar con nosotros. Estados Unidos, que alguna vez fue un socio confiable, se aleja cada vez más de nosotros, los europeos, o nosotros nos alejamos de ellos. El crecimiento se produce principalmente detrás de las fronteras de la UE. Europa está envejeciendo y perdiendo cada vez más importancia. Se están formando nuevos bloques económicos y las nuevas tecnologías están surgiendo en otros lugares.
Queremos salvar el clima, eliminar la pobreza y difundir la democracia en todo el mundo. Ciertamente no son malos goles. Ni siquiera logramos controlar nuestros propios problemas. Las guerras están arrasando en Oriente Medio y Ucrania, y Europa se mantiene al margen, impotente. ¿Autodefensa? Ninguno. Geopolíticamente, Europa sólo desempeña un papel como país anfitrión de conferencias. En lugar de recordar que necesitamos poder económico y militar para poder hacer demandas, brillamos como campeones mundiales de la regulación y la moralidad.
Un acuerdo de libre comercio con los países de América del Sur sería al menos una señal de que Europa aún no se ha rendido del todo. Imaginemos una Europa que se libere de su trampa regulatoria autoimpuesta y abra nuevos mercados. No sólo sería una señal importante para el mundo, sino también para nuestros propios ciudadanos.
Tienen a Lorenz es diputado. Director del think tank liberal de mercado Agenda Austria