Después de que mi abuela Nora se jubilara de limpiar pasillos de hospitales, su rutina diaria consistía en caminar hasta la tienda, donde recogía leche, el periódico y sus chismes. Otros intereses incluían la lectura voraz y la televisión, donde las telenovelas le proporcionaban una ventana al mundo exterior desde la comodidad de su sillón. Cuando se aburría de eso, miraba hacia afuera y comentaba sobre la vida de sus vecinos.