No somos sólo nosotros los humanos los que cometemos errores con regularidad. Incluso las computadoras más potentes (modelos de precisión y confiabilidad) no son inmunes a los errores. Esto no significa fallos de funcionamiento debidos a errores de programación o microchips defectuosos, sino errores que surgen durante la transmisión y el procesamiento de datos digitales y que, por lo tanto, son inevitables. Por eso los ordenadores clásicos suelen estar equipados con algoritmos que controlan cada proceso de cálculo y lo corrigen inmediatamente si es necesario. Los constructores de ordenadores cuánticos también están muy interesados en estos métodos de corrección de errores. Estos sistemas, que utilizan los principios de la física cuántica para la informática y, por tanto, pueden realizar determinadas tareas complejas mucho más rápido que sus homólogos clásicos, funcionan con fotones, iones o átomos individuales o con microrresonadores superconductores, es decir, sistemas cuánticos frágiles que ya no funcionan correctamente en el caso de la más mínima perturbación.
