El momento después del salto, la fase de despegar, flotar, jugar con el aire a unos metros por encima de la nieve: para el saltador de esquí Simon Ammann es como una aventura. Una aventura que nunca termina. Quien habla con él siempre le oye hablar de “vuelos” y no de saltos y de “un sentimiento que me dispara mucho”. Él dice: “Era así cuando yo era un niño pequeño. Y así quedó”. Ammann tiene 43 años y todavía no ha tenido suficiente. ¿Por qué este hombre no puede dejarlo ir?