El himno nacional se canta en las ceremonias inaugurales en Italia. Siempre al principio y no al final de la ceremonia. En la inauguración del Palacio Citterio de Milán, este orden se vio alterado accidentalmente durante los disturbios del 7 de diciembre. La señal para levantarse para tocar el himno llegó al final, lo cual, como comentó en privado uno de los invitados notables, fue tan notable como si al principio se hubiera entonado el himno canadiense en lugar del italiano. Sin embargo, esto no quitó la solemnidad del momento. Tuvo lugar en un impresionante telón de fondo, frente al monumental cuadro “Fiumana” (1895-1896) de Giuseppe Pellizza da Volpedo. Muestra una marcha de protesta de trabajadores y agricultores a lo largo de unos buenos cuatro metros. Se han marchado, el pan es demasiado caro y ahora el flujo de gente se acerca cada vez más, el líder en primer plano casi ha llegado al borde de la imagen. Parece tranquilo, sosteniendo su chaqueta sobre su hombro con su mano derecha. El izquierdo está en el bolsillo del pantalón. Su rostro está a la sombra de su sombrero, pero cuando te paras frente al cuadro te mira directamente.
